La Vanguardia, 16 Novembre 2011
Sin embargo este hombre, al que ahora parece que nunca habÃa querido nadie, ni tan siquiera sus aliados, fue elegido no una, sino hasta tres veces por los italianos. Además, su último &eacuto;xito fue en las elecciones regionales de 2010, hace poco más de un año, ya en plena crisis económica y despu&eacuto;s de varios escándalos.
Olvidar este detalle impide realizar un análisis profundo del paÃs y llevar a cabo una correcta distribución de las responsabilidades, ya sea con relación a los que le han prestado su apoyo durante tanto tiempo, o con los que, aun siendo sus adversarios, no han sabido ofrecer una alternativa más convincente a los italianos.
Asimismo, hay otro aspecto que muchos parecen olvidar, sumidos en la agitación eufórica de estos dÃas: la responsabilidad no sólo individual sino colectiva de la situación económica actual. Es rotundamente cierto que Silvio Berlusconi deja una deuda pública del 120%, un tasa de desempleo juvenil de casi el 30%, una tasa de actividad femenina estancada en el 46%, además de un paÃs que aún es reh&eacuto;n de la burocracia, el despilfarro y las corruptelas.
Sin embargo, el paro juvenil ya constituÃa un problema hace quince años: durante casi toda la d&eacuto;cada de los noventa estuvo en torno al 30%; asimismo, por entonces la deuda ya habÃa alcanzado y superado el 120%, por no hablar de los problemas crónicos relacionados con el empleo femenino, la burocracia y el despilfarro. En resumen, más que ser el responsable de haber creado ciertas situaciones, el Gobierno saliente debe asumir la responsabilidad (enorme) de no haberse enfrentado a ellas con suficiente seriedad, eficacia y coherencia. Y aunque sea justo y natural que la responsabilidad de este fracaso recaiga en primer lugar en la persona que ha formado y dirigido este Gobierno, serÃa un error pasar por alto que en la raÃz de este fracaso hay una responsabilidad que va más allá de la responsabilidad personal de Silvio Berlusconi.
Muchas de las medidas y reformas que deberÃan haberse llevado acabo durante estos años, y que aparecen en la famosa carta del Banco Central Europeo (pensiones, empleo, liberalización de los colegios profesionales y de los servicios públicos, etc&eacuto;tera..), no se han podido aprobar debido a los obstáculos que han puesto tanto las fuerzas de centroderecha como las de centroizquierda (y en más de una ocasión hemos podido comprobar cómo formaban frente común algunos de los más fieles aliados de Berlusconi, como Umberto Bossi, el lÃder de la Liga Norte, y sus enemigos históricos, como Antonio Di Pietro o Nicola Vendola).
Por no mencionar que iniciativas legislativas como la que pretendÃa abolir las provincias o los cargos vitalicios han sido rechazadas con el voto casi unánime de los parlamentarios de ambas formaciones.
Es importante recordar estas dinámicas porque son las mismas que en el pasado han frenado y hundido otros gobiernos. Y seguirán frenando a Italia si continuamos creyendo que podemos resolverlo todo atribuyendo responsabilidades o poderes salvadores a personas individuales, olvidando las responsabilidades colectivas. Esta actitud nos condenará a revivir la misma pelÃcula y nos impedirá inaugurar un nuevo perÃodo.
El verdadero desafÃo de Mario Monti será este. No sólo reajustar la economÃa italiana, sino tambi&eacuto;n las numerosas voces divergentes que han acabado deshilachando el tejido social y la cultura polÃtica del paÃs, una tarea que requerirá la capacidad de dirigirse no solamente a los mercados internacionales, sino tambi&eacuto;n a los italianos. Para ello, deberá reabrir un canal de comunicación honesto, claro y coherente con los ciudadanos, que le permita recobrar la confianza, pero sin caer en la demagogia fácil que ha convertido a los partidos en prisioneros de sà mismos e incapaces de aportar el liderazgo y la lucidez que necesitaba el paÃs.
Una tarea difÃcil pero, esperemos, no imposible.
Irene Tinagli, economista italiana, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid
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